*Si para usted el fútbol mexicano ni le va ni le viene, y el hecho de que los domingos nada lo relaciones con el fútbol, seguro que esta nota le parecerá escrita en perfecto japonés.
Algunos dirán que es porque en la región no hay nada qué hacer los domingos (?); otros lo achacarán a que los laguneros somos un pueblo ignorante; el caso es que desde inicios del siglo XXI el Santos regula de alguna manera hasta nuestro ánimo para trabajar, e incluso nuestra actitud (optimista o pesimista) para afrontar el lunes, el pesado inicio de semana.
Esto quizá tome desprevenido al equipo de fútbol local y a sus incondicionales aficionados; pero estaba comprobado desde la década pasada que si el Santos perdía el juego del domingo, la producción local bajaba, por el desánimo de los trabajadores, a tal grado de que hasta las ventas al mostrador también declinaban, junto con cierta parte de la actividad comercial, muchas veces por la mala atención de los empleados… hasta las ventas de periódicos bajan entre semana, porque los aficionados no quieren “revivir” (anímicamente) la derrota del domingo.
Pero no olvidemos que mientras que para los fanáticos el Santos es una pasión; para los directivos en cambio el equipo albiverde representa un negocio total, en la que no importa la opinión del “aficionado-consumidor”, sino ser hábiles en la mercadotecnia.
Estamos hablando de un país donde la religión se confunde con la política y viceversa, por el grado de culto a quienes la ejercitan (¿AMLO?), fabricando una idolatría política y un alegórico eufemismo en ese submundo de utopías y paradojas retóricas y democráticas.
Angie Pulido: Sabrá Dios en qué momento perdieron la confianza, y los del Santos se olvidaron que están para jugar en colectivo, para aportar en gran medida el fútbol ofensivo del equipo. Todo eso se quedó en el pasado, un pasado muy lejano que le dio en los noventas y primera década del nuevo siglo slogans como “Poco tiempo, mucha historia”, SANTA GRANDEZA ORGULLO DEL NORTE o el Equipo insignia de los torneos cortos”, el Santos de hoy en día está lejos de ello, en el rango de la medianía a la última parte de la tabla general de sus últimos 6 torneos, incluyendo el presente.
Este 2017 decir Santos es decir un equipo mal parado en la cancha, que no corre riesgos, temeroso, sin idea del juego en conjunto, que no hace paredes, llegadas a los extremos ni marcas a presión, un equipo mexicano que sencillamente olvidó que se gana con goles.
En tiempos recientes, pareciera que el equipo de la Comarca Lagunera ha venido perdiendo su esencia, su identidad, su personalidad: del Torneo de Apertura 2015 a la fehca, Santos sólo ha ganado 13 juegos de los 39 disputados en casa, una cifra muy pobre para un equipo que siempre alardeaba su condición favorable de local.
El problema es que Siboldi no planteó algo distinto, ni se reflejó motivación en sus jugadores, pese a los días que tuvo para trabajar con el equipo por la suspensión de las jornadas 10 y 11. Y así, la esperanza de una victoria, se va desvaneciendo, en medio de la gris tarde futbolera del domingo, con un aburrido cero a cero, entre dos equipos que jugaron a nada, encasillados en su propia mediocridad, ante una afición guerrera que puede entender la falta de talento en sus jugadores, pero no la falta de actitud y entrega por los colores locales.
Jonathan Orozco no es ni la sombra de lo que fue en Monterrey.
El joven portero Acevedo es de las pocas esperanzas locales:
A pesar de algunas jugadas, Djaniny Tavares ha dejado mucho qué desear en el actual torneo…
Angie Pulido: Pero no sólo es el equipo el que está fuera de sintonía. A grupo Orlegi un eterno agradecimiento por haber comprado al club y mantenerlo en la región, pero también un velado sentimiento porque está difuminando aquello que le dio valor a esta franquicia local: la identidad y carácter de los jugadores.
FUENTE: Metrópolis / El Siglo de Torreón